La mujer dálmata

La mujer dálmata

Cosimo, personaje estelar de El barón rampante, de Italo Calvino, decide tras una discusión con su padre irse a vivir a los árboles, donde llega a levantar su propia casa. Diversos motivos podrían explicar en el mundo real lo atípico de ese comportamiento, pero desde una perspectiva narrativa lo asumimos como una hábil estrategia para ubicar al lector ante una situación ilógica e individualista (y a la vez cautivadora), una suerte de contrapunto a esta vida de exigencia colectiva que nos ha tocado en suerte.

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Literatura contra el cansancio

literatura contra el cansancio

Si de niños nos hubieran explicado lo cansada que puede llegar a ser la vida, no lo hubiéramos creído. La máquina perfecta de regenerar energías que es la infancia no entiende de estas zarandajas.

Los buenos escritores suelen abordar diversos temas, pero conceden prioridad a uno de ellos. El tema nuclear de los cuentos y novelas de Pilar Galán es el cansancio. Un cansancio no físico sino mental, no el cansancio de las batallas épicas sino el cansancio del día a día, ese que no habita las páginas de los libros de Historia. Ese cansancio que ha convertido nuestra existencia no en las jornadas gloriosas soñadas en la infancia, sino en un mero ejercicio de supervivencia. La muerte de un ser querido, el trabajo, las relaciones de pareja –a veces compulsivas–, la amorosa pero agotadora crianza de los niños  o los lazos familiares deambulan por los libros de Pilar con insistencia. Aquello que más amamos es paradójicamente lo que más nos agota.

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Paraguas bajo la lluvia para amantes del relato breve

Pero no es JRS un vendedor de paraguas; ni siquiera escribe sobre ellos, por más que yo coquetee con la idea de que Perder el tiempo es el mejor libro sobre paraguas jamás escrito. No es el paraguas lo que está desvencijado sino el ser humano; no es el viento quien nos vapulea sino los avatares del día a día; no es la lluvia un simple fenómeno atmosférico sino los fantasmas que nos acechan.

Cuestionario literario: Miguel Torija Martí

Ciertamente en mis inicios encontré poca oferta de editoriales dispuestas a confiar en un desconocido, ahora en algo menos de diez años,  la situación se ha dado la vuelta como un calcetín. Hay un exceso de editoriales dispuestas a publicar cualquier cosa de cualquiera. Esto hace que tengamos que cambiar nuestra percepción de lo que supone que un libro se publique en papel. Ahora no hay filtro, mi generación y las que me precedieron crecimos con el convencimiento de que algo que ha sido publicado por una editorial merece la pena, tiene unos mínimos de calidad. Hoy en día, la reducción en los costes de impresión hace que se puedan imprimir pequeñas tiradas y eso provoca que las editoriales tramposas no arriesguen al publicar un libro.

1 ¿Cuándo comenzaste a escribir y con qué pretensiones?

Comencé a escribir ficción hace una década. Todo se debió a la casualidad, un día leyendo un suplemento de un periódico, encontré un concurso de microrrelatos. Gané el concurso. Claro, eso me animó a seguir escribiendo. Fue una especie de flechazo. En principio escribía como simple entretenimiento, pero pronto sentí la necesidad de que otros leyesen lo que escribía y por tanto de publicar.

2 ¿Planificas los libros antes de sentarte a escribirlos o surgen sobre la marcha, al hilo de tus pensamientos, sin planificación?

No planifico nada. La isla de las Culebras por ejemplo, surgió de una visita a las islas Columbretes, un lugar mágico frente a las costas de Castellón. Sentí la necesidad de escribir algo sobre aquel lugar. Pero no tenía pensado que fuera una novela, ni mucho menos una novela que algunos consideran histórica (un terreno en el que nunca me había adentrado). Simplemente imaginé una situación: Una fragata huyendo hacia esas islas con un capitán cometiendo una traición. Nada más, dejé que la historia fluyera. Lo que nació como un simple relato fue creciendo, siempre sin planificar más allá de lo que podría suceder en cada capítulo. La historia creció con libertad, hasta el punto de que personajes que hice aparecer con cometidos casi irrelevantes, se revelaron y terminaron por ser fundamentales en la trama. Es probable que esta forma de escribir favorezca la creatividad, pero lo que sí sé es que genera muchas dificultades en el proceso posterior de revisión.

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Voces para un tímpano muerto

Voces para un tímpano muerto, Editorial Talentura, Miguel A. Zapata,

Los padres oyeron el diagnóstico de boca del pediatra: su hija es de crecimiento tardío.

Durante el funeral de la niña, pudieron oírse los primeros crujidos en la madera del ataúd.

«Presciencia», cuento incluido en Voces para un tímpano muerto

Miguel A. Zapata pertenece a esa insigne estirpe de escritores que han extraviado un manuscrito. El suyo no se quedó olvidado en el asiento de un tren o en el banco de un parque, sino que fue devorado por un virus informático. Después de cuatro años esquilmando la memoria, el texto ha visto la luz en la editorial Talentura como Voces para un tímpano muerto.

Hablamos, pues, de una reencarnación literaria, un producto de ultratumba. Es lógico que el redactor de la contraportada se refiera a estas piezas narrativas no como microrrelatos, cuentos cortos o ficciones breves sino como “osario de gritos”, “un manual de espejismos” o “trastornos oníricos”. Es posible que sortee la etiqueta de ‘microrrelato’ para evitar la excesiva cercanía con un género que, en su peor versión, se convierte a veces en un complaciente laboratorio de ideas para escritores primerizos.  

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Cuestionario literario: Juan Ramón Santos

Escritor Juan Ramón Santos

 

 

«Creo que [la autoedición] a veces es injustamente denostada, y que es una muy digna salida para quien escribe, siente la necesidad de ver publicada su obra y no acaba de encontrar una editorial interesada, o que no está dispuesto –que también conozco algún caso– a esperar el tiempo que el ritmo de las editoriales en ocasiones te impone. Lo que no me gusta es que en ese ámbito hay mucho camelo. No me gusta que vendan al escritor –a menudo, gente que publica por primera vez y no sabe demasiado del asunto– el oro y el moro, cuando el oro y el moro está más que vendido, ni me gusta, como sucede a veces, que cobren un dineral sin molestarse muchas veces siquiera en corregir, no ya cuestiones de estilo, sino faltas de ortografía, porque eso es engañar al personal…»

 1 ¿Cuándo comenzaste a escribir y con qué pretensiones?

Desde niño me recuerdo queriendo ser escritor –algo que, por otra parte, tampoco estoy muy seguro de haber logrado ser aún–. Sin embargo, durante muchos años escribí de forma esporádica, sin continuidad, supongo que por falta de confianza y porque andaba a otras cosas. Lo que no dejé de ser nunca fue un lector empedernido, que es una forma extraordinaria de prepararse para escribir. Luego, ya con veintiuno o veintidós años, tuve la suerte de ganar un concurso de relatos modesto pero que sirvió para animarme a seguir escribiendo, y muy poco después se abrió el taller literario de la Universidad Popular de Plasencia, que impartía –e imparte– Gonzalo Hidalgo Bayal, que me dio mucha seguridad y fue, en buena medida, el principio de todo.

En cuanto a las pretensiones, cuando era niño, y quizá también cuando empecé a escribir siendo ya adulto (o un poco adulto), quizá pensaba en la escritura como un posible modo de ganarme la vida, pero luego, con el tiempo y la experiencia, uno se acaba conformando con hacer de ella, simplemente, sin intenciones económicas, un modo de vida.

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