Los fantasmas de la noche

Hay dos tipos de narradores: los que se afanan en explicarnos las entretelas de este mundo mediante una historia, y los que se limitan –que no es poco– a explicarse a sí mismos. Los primeros deben ser profusos y ofrecer numerosos elementos: personajes, descripciones geográficas y físicas, una trama, una acción, un andamiaje narrativo, tal vez un mensaje y, por supuesto, un final… Los otros autores, sin embargo, no necesitan una gran puesta en escena, pues no se trata tanto de novelar sino de hacer espeleología de uno mismo. Y eso es lo que hace Juan Manuel Hernández en Cuando la noche te alcanza (Tolstoievski, 2017).

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Diario de un escritor frustrado

Pedro Menchén
Pedro Menchén. Benidorm, 1979

Literatura y frustación suelen ir de la mano. Bien lo sabe Pedro Menchén, que ha dedicado incluso un diario a la frustración del escritor en el que repasa su experiencia como autor y como persona que vive en soledad.

Diario de un escritor fustrado está publicado en la editorial Sapere Aude. Doy el prólogo del libro, en el que cualquier escritor que se precie podrá verse reflejado. 🙂

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«El discurso vacío», de Mario Levrero

  A medida que avanzaba en la lectura de esta obra de Mario Levrero (ignoro hasta qué punto El discurso vacío, libro escrito a modo de diario, será autobiográfico: intuyo que lo es bastante, o así lo parece al menos a nivel espiritual; después de todo, como dijera Unamuno, “uno escribe siempre sobre sí mismo”, se entiende …

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El libro del desasosiego, de Fernando Pessoa

Fernando Pessoa, Libro del desasosiego
«El libro del desasosiego», de Fernando Pessoa

 

Por José Sánchez Rincón

A Fernando Pessoa (1888-1935) le gustaba jugar con la literatura y de ese modo concibió sus heterónimos. Al mismo tiempo, fue escribiendo una especie de diario íntimo, desde 1913 hasta el final de su vida, sobre los más diversos temas (filosóficos, religiosos, cotidianos…), de una forma descreída y con un gran desaliento interior. “Son mis confesiones y, si en ellas nada digo, es porque nada tengo que decir. Escribo mi literatura como escribo mis asientos contables”. Aunque sea de ese modo, él se libera escribiendo y, sin pretenderlo, siempre es profundo, filosófico, Shakesperiano. Normalmente habla de lo que ocurre en su mente, pero, también, de lo que le rodea, con imágenes potentes: “A mí, la muerte me parece una partida. El cadáver me da la impresión de un traje abandonado. Alguien se fue y no necesitó llevar aquel traje único que había vestido… El silencio que emana del sonido de la lluvia son acordes visuales que van ensanchando el alma de goce estético”.

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"Verde agua", de Marisa Madieri


Verde agua, de Marisa Madieri (Minúscula, 2000)

Del pozo de la experiencia, Marisa Madieri (1938-1996) extrae agua pura con el cántaro del recuerdo y esa mirada absolvente y compasiva que la caracteriza. Observa los acontecimientos históricos (la guerra, la confrontación comunismo-capitalismo, las penurias económicas, el exilio de los italianos de Fiume, ciudad que en 1947 pasó a Croacia, a un campo de refugiados) sin tomar partido, sin acritud y sin condenar nada.

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