Fábula del escorpión y la rana

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Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo:

—Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme a tu espalda…

—¿Que te lleve a mi espalda? —contestó la rana—. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser.

Cuento de Italo Calvino: Asomándose desde la Abrupta Costa

cuento de Italo Calvino

Italo Calvino es uno de los narradores italianos más importantes del pasado siglo. A modo de ejemplo, os dejo esta narración, «Asomándose desde la Abrupta Costa». La historia no se presenta como un cuento al uso, sino como notas escogidas de un diario, si bien a la larga se va conformando una suerte de cuento, con presentación, nudo y desenlace.

En «Asomándose desde la Abrupta Costa» conocemos la circunstancia de un hombre que está descansando en la costa, recuperándose de una enfermedad. Durante esos días conoce a una mujer de la que se acaba enamorando (aunque el narrador no relate ese amor con fogosidad, sino más bien con un discurso evasivo). El hombre se debate entre abordarla o no…

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Cuento de terror de Ánxel Fole: ¡Viña do alén!

Cuento de terror de Ánxel Fole
Escritor gallego Ánxel Fole

Os ofrezco hoy un cuento del escritor y periodista Ánxel Fole, una de las referencias de la narrativa gallega. El siguiente relato, “¡Viña do Alén”, está incluido en su libro Á lus do candil, y lo doy en la traducción de Alejandro Pareja, con algunos pequeños cambios que he realizado yo. Como cuenta el propio Pareja, las piezas incluidas en el citado libro “son cuentos de miedo para relatar a la lumbre de la lareira las dilatadas noches de invernía”.

Respeto el título del cuento en gallego, pero os indico que significa “¡Venía del más allá!”.

Espero que os guste.

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Un cuento breve de Gustavo Adolfo Bécquer: Ojos verdes

Yo creo que he visto unos ojos como los que he pintado en esta leyenda. No sé si en sueños, pero yo los he visto. De seguro no los podré describir tal cuales ellos eran: luminosos, transparentes como las gotas de la lluvia que se resbalan sobre las hojas de los árboles después de una tempestad de verano. De todos modos, cuento con la imaginación de mis lectores para hacerme comprender en este que pudiéramos llamar boceto de un cuadro que pintaré algún día.

Cuento de Iván Turgueniev: Jermolai y la molinera

Cuento corto de Ivan Turgeniev
Familia campesina rusa época del zar

No sabría decir si los cuentos reunidos en el volumen Memorias de un cazador, de Iván Turgueniev (1818-1883), son cuentos de caza o cuentos sociales ambientados en el mundo rural de caza. Me baso exclusivamente en el contenido, en los textos. Es cierto que los personajes se mueven en los bosques, pisotean los sembrados, traspasan cercas, se escurren por las laderas de pantanos y ríos y suben a la montaña en busca de las fieras mayores. Sin embargo, el centro de cada historia es la situación de los campesinos rusos, su pobreza, su menoscabo, su atraso y ese apego enfermizo a la religión que los hace más dependientes y más ignorantes. Que me perdonen las gentes creyentes, pero yo lo veo así. Entonces al leer el libro caemos en un realismo ortodoxo, en una denuncia social que nos viste a nosotros también de harapos y nos coloca barbas y melenas desarregladas, desaseo, y observamos de cerca de niños muy serios con gorritos para el frío y botas de caña alta para chapotear en el barro.

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El Pabellón número 6 de Anton Chejov (fragmento final)

«Los enfermos visten harapos y se les da comer mal, basura; “comida de locos”, como se dice. El doctor Andrei Efímich es el encargado de los pacientes, a quienes atiende con amabilidad, pero con indiferencia. Su vocación de médico –que en realidad nunca la tuvo– se ha ido perdiendo en el tiempo. Él mismo se reviste de una gruesa caparazón para insensibilizarse frente a cada caso. Para él lo más importante es leer, tomar cerveza y fumarse un habano. Los internos antiguos son despojos humanos y los que han entrado recién, van en vías de serlo. Las autoridades conocen la situación pero la ignoran; no les conviene. En mejor tenerlos encerrados allí en esos pabellones de muerte a que anden sueltos por las calles. La sociedad, piensan los funcionarios, no se merece chocar o codearse con semejante escoria.

El lugar apesta y estremece. Chejov hace sentir ambas realidades. Dicen que la lectura de este cuento movió a Lenin a hacerse revolucionario».  E.B.G.

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