El joven audaz sobre el trapecio volante, de William Saroyan

William Saroyan

El escritor estadounidense William Saroyan (Fresno, California, 1908-1981), hijo de un inmigrante armenio, quedó huérfano a temprana edad y tuvo que ponerse a trabajar en diversos oficios. Su pertenencia a una clase social baja y el desarraigo marcaron su obra, que fue muy valorada durante los años de la Gran Depresión.

Saroyan recibió el Premio Pulitzer en 1940 por la obra de teatro El momento de tu vida, el cual rechazó debido a principios morales. Otros de los libros importantes dentro de su carrera fueron Mi nombre es Aram (1940), formado por varias narraciones que inciden en la línea de recreación autobiográfica, y, sobre todo, la novela La comedia humana (1943), conmovedor relato antibelicista sobre el júbilo y el dolor en tiempos de guerra, expresado a través de las reacciones de la gente cuando el protagonista, ayudante de la oficina de telégrafos, entregaba a sus destinatarios telegramas de esperanza o de muerte. Esta obra fue llevada al cine y los 60.000 dólares que él obtuvo por su adaptación los repartió entre familiares y amigos.

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Cuestionario literario: Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián, encuesta literaria
Escritor Eloy M. Cebrián

«La crisis ha pasado factura y las editoriales procuran apostar menos e ir sobre seguro. Hay también otro cambio que me indigna bastante, y me refiero a la proliferación de intrusos en las mesas de novedades: rostros televisivos, presentadores, cocineros… Toda esa morralla editorial cierra el camino de los auténticos talentos, y con el tiempo la cultura de este país pagará un precio por ello».

E.M.C.

 

1 ¿Cuándo comenzaste a escribir y con qué pretensiones?

Al margen de algunos escarceos juveniles, comencé a principios de los noventa, cuando ya tenía mis buenos treinta años. Mi pretensión al principio era simplemente publicar, lo que por entonces me parecía una meta inalcanzable, casi un sueño.

 

2 ¿Planificas los libros antes de sentarte a escribirlos o surgen sobre la marcha, al hilo de tus pensamientos, sin planificación?

Siempre planifico. En algunos casos, como en el caso de mis novelas sobre Cervantes, lo primero que escribo es una especie de modelo a escala de la novela, una sinopsis muy detallada que en la jerga literaria se suele llamar “escaleta”. La escaleta de “Madrid, 1616” tenía más de cuarenta páginas en líneas apretadas. Esto me ayuda muchísimo y me da seguridad. Es como si la parte principal del trabajo estuviera ya terminada. Por supuesto, siempre se debe dejar sitio para las ideas que sobrevienen sobre la marcha y los detalles, que en narrativa lo son todo (Dios está en los detalles, como dijo Mies Van der Rohe). Pero procuro ceñirme al plan original, que me permite, además, tener una visión del conjunto.

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