«El viejo y el mar», de Ernest Hemingway

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  EL VIEJO Y EL MAR, DE ERNEST HEMINGWAY

Miguel Bravo Vadillo

El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, es una novela conciliadora. Nos concilia con la humanidad, con la naturaleza, con la vida, con el mundo y aun con el destino incierto del hombre. Su lectura deja un poso de quietud en el alma. Hemingway consigue con esta novela que el hombre, el lector, no se sienta solo en su odisea particular: alguien ha comprendido los rasgos que definen (a la par que limitan) la frágil pero perseverante naturaleza humana y ha sabido poner sobre el papel preocupaciones y conflictos de carácter universal. No en vano, su autor, cuando la escribía, pensaba en universales, tal y como hacían los antiguos griegos. Y pensar en universales, al decir de Pavese, significa “formar parte de una sociedad que, si bien no ha abolido el dolor, la angustia espiritual o física y la problemática de la vida, sí dispone de instrumentos para sostener una lucha común y unánime contra el dolor, la miseria y la muerte”. Y si pudiésemos preguntar al propio Hemingway por el principal de esos instrumentos, no me cabe la menor duda de que respondería que ese instrumento es el valor.

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«El discurso vacío», de Mario Levrero

  A medida que avanzaba en la lectura de esta obra de Mario Levrero (ignoro hasta qué punto El discurso vacío, libro escrito a modo de diario, será autobiográfico: intuyo que lo es bastante, o así lo parece al menos a nivel espiritual; después de todo, como dijera Unamuno, “uno escribe siempre sobre sí mismo”, se entiende …

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«El retrato de Dorian Gray», de Oscar Wilde

Oscar Wilde. Fuente de la imagen en Internet

¿Quién dijo que la cara es el espejo del alma? Ya nos advirtió Hamlet de que se puede sonreír y ser un villano. Dorian Gray, el protagonista de esta novela, no envejece, permanece siempre joven y atractivo; en cambio, su retrato, aquel que le hiciera el pintor Basilio Hallward, soporta la carga de su vida disipada y aun delictiva. El retrato, más que del físico de Gray, lo es entonces de su alma; y acaba convirtiéndose en un espejo en el que el propio Dorian se contempla aterrado. Sin embargo, la expectativa de una juventud eterna pesa más en su corazón que cualquier posible efecto secundario más o menos pernicioso. 

“Una habitación propia”, de Virginia Woolf

Una habitación propia, de Virginia Wolf, en edición de Seix Barral

 

Una habitación propia es un ensayo, en parte novelado, que tradicionalmente ha sido considerado el legado de Virginia Woolf a la causa feminista. El ensayo está elaborado a partir de las dos conferencias que Virginia dio en Cambridge (una en la Sociedad Literaria de Newham, y otra en la Odtaa de Girton) en octubre de 1928. El tema que le propusieron fue “Las mujeres y la novela”. Un tema, sin duda, complejo por ilimitado, y que no hay forma de abordar debidamente si el autor no realiza el esfuerzo de analizar el papel que ha desempeñado la mujer en la sociedad a lo largo de la historia. Virginia así lo entiende, y lleva al lector de la mano por un recorrido histórico en el que nos desvela las desventajas que ha sufrido la mujer en todos los órdenes sociales y cómo esta discriminación ha influido en sus afanes literarios y creativos; y lo hace de una manera francamente lúcida, persuasiva y aun clarividente.

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