Cuento corto de Ernest Hemingway: Un canario como regalo

cuento de hemingway

 

Seguimos con los grandes cuentistas norteamericanos. Ayer leímos a Sherwood Anderson y hoy tenemos a Ernest Hemingway, con un gran relato en el que queda patente lo bien que funciona su teoría del iceberg. Atención a la contención, la economía del lenguaje y la sutilidad con la que maneja la información más importante de la historia, que se resuelve en la última frase. Algo que conviene destacar en este cuento de Hemingway (y en general en todos los suyos) es que no carga las tintas con adjetivos ni sustantivos que potencien la temática del cuento, que conocemos gracias al ejercicio obligado de leer entre líneas, y solo una vez finalizada la historia.

En este cuento corto de Ernest Hemingway, «Un canario como regalo», aparentemente no pasa nada. Y, sin embargo, salimos de él con la sensación de haber vivido un pequeño gran momento literario.

Francisco Rodríguez Criado

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Cuento corto de Antón Chéjov: Una mujer sin prejuicios

 Cuento, Chéjov,

Maxim Kuzmich Salutov es alto, fornido, corpulento. Sin temor a exagerar, puede decirse que es de complexión atlética. Posee una fuerza descomunal: dobla con los dedos una moneda de veinte kopecs, arranca de cuajo árboles pequeños, levanta pesas con los dientes; y jura que no hay en la tierra hombre capaz de medirse con él. Es valiente y audaz. Causa pavor y hace palidecer cuando se enfada. Hombres y mujeres chillan y enrojecen al darle la mano. ¡Duele tanto! No hay modo de oír su bella voz de barítono, porque hace ensordecer. ¡El vigor en persona! No conozco a nadie que le iguale.

¡Pues esa fuerza misteriosa, sobrehumana, propia de un buey, se redujo a la nada, a la de una rata muerta, cuando Maxim Kuzmich se declaró a Elena Gavrilovna! Maxim Kuzmich palideció, enrojeció, tembló; y no hubiera sido capaz de levantar una silla en el momento en que hubo de extraer de su enorme boca el consabido «¡La amo!». Se disipó su energía y su corpachón se convirtió en un gran recipiente vacío.

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