
«Yo no tenía ni idea de que era tan difícil publicar. Tampoco pensaba que fuera sencillo; pero me sorprendieron mucho las puertas cerradas, esos mensajitos castrantes de “hasta nuevo aviso queda cerrada la recepción de manuscritos”. Y con ello no me refiero a las grandes (enormes) editoriales; las puertas cerradas las encuentras en casi todos los escalones de este mundillo».
1 ¿Cuándo comenzaste a escribir y con qué pretensiones?
Joven, con 14 ó 15 años. Pero al principio eran letras para canciones; lo demás, los cuentos, llegaron un poco más tarde, como un juego o una forma de diario, sin pretensión alguna. En serio, hace bien poco, hacia el 2010.
2 ¿Planificas los libros antes de sentarte a escribirlos o surgen sobre la marcha, al hilo de tus pensamientos, sin planificación?
Caminos que conducen a esto, el primero, nació de la nada: cuando me quise dar cuenta, el libro estaba escrito. Y eso se nota para mal, porque carece de unidad; aunque también creo que le aporta una dosis de naturalidad que no sé si volveré a conseguir en otro. Yo soy la locura sí partió de una idea; en concreto, de la imagen que aparece en la portada, obra de Emilio Maldomado. Me empeciné en encontrar un motivo para el gesto de la mujer que protagoniza la pintura y creo que todavía ando inmerso en esa búsqueda. Tipos duros, el último, que publicaré con La Isla de Siltolá en unos meses, me lo ha dictado el tono de los primeros cuentos que escribí tras La locura.
3 ¿Cuál es tu género preferido como escritor y cuál como lector?
El cuento, en ambos casos. De hecho, soy fruto de la inercia: leo cuentos, muchos cuentos, y cuando me siento a escribir “se me aparecen” cuentos.