Stoner, de John Williams

Stoner, John Williams
Stoner, de John Williams (Baile del Sol, 2012)

Stoner, de John Williams 

Victoria Mera

Stoner es uno de esos libros con carácter. Uno de esos libros que en vez de que tú los encuentres, ellos te buscan a ti.

Que este libro, del que nunca había oído hablar hasta hace un par de meses, haya llegado a mis manos se debe a una serie de maravillosas casualidades. La primera de todas es la recomendación de una buena amiga. La segunda es que esta recomendación de mi amiga llegue en voz del escritor Julian Barnes. Y la que escribe, que tiene en buena estima tanto a la amiga como al gran Barnes, no ha podido más que dejar dócilmente que el libro viniera a mí.

Escribir sobre Stoner no es fácil porque sería como escribir sobre la vida misma. Una vida que nos resulta ajena, pero a la que somos invitados a entrar como un espectador más gracias a John Williams, su autor.

Este escritor norteamericano, que quizá les resulte completamente desconocido, es uno de esos muchos escritores que ha vivido sin pena ni gloria su carrera literaria. Un escritor que ha pasado desapercibido en el mundo de las letras hasta que por alguna casualidad, vaya usted a saber cuál, la novela que nos ocupa ha tenido, a mí parecer, un justo resurgir.

Es imposible no encontrar un paralelismo entre la vida de John Williams y la del protagonista de esta novela ambientada a finales del siglo XIX. No sólo porque ambos han vivido una vida discreta, cómoda y algo simple; sino porque tanto Jonh Williams como William Stoner dedicaron la mayor parte de su vida a la docencia universitaria.

William Stoner, hijo de campesinos humildes de Misuri, es prácticamente obligado por su padres a acudir a la universidad a estudiar en la Facultad de Agricultura. Una vez allí, una pregunta que le realiza un profesor de inicio a la literatura hace cambiar toda su vida: “El señor Shakespeare le hablar a través de 300 años, señor Stoner, ¿le escucha?”. Desde ese mismo momento, Stoner no sólo conseguirá escuchar a Shakespeare, sino que dedicará el resto de su vida a la literatura. Asistimos pues a la entrega total y absoluta de un hombre a sus estudios literarios, una entrega tan comprometida que hará que ya nunca abandone la universidad. Primero como estudiante y más tarde, y hasta prácticamente el fin de sus días,  como profesor.

¿Qué ocurre en tantos años? Nada: el paso del tiempo. Todo: la vida misma. Lo que se narra en esta novela no es más que la vida de Stoner. El lector que aún no haya leído este libro no debe esperar aventuras ni misterios. Pero estoy segura de que esa nada, ese vacío que flota en las páginas del libro, también resonará y permanecerá en sus cabezas al igual que aquella pregunta sobre Shakespeare quedó grabada por siempre en la mente de Stoner.

Stoner, un hombre que durante su vida había buscado la amistad, la singularidad y la pasión conjunta del matrimonio y el amor. Un hombre que había buscado ser profesor. Y todo, en cierto modo, lo había conseguido. Y también en todo había fracasado. “¿Qué esperabas?”.

No seré yo quien cuente el porqué de sus logros y fracasos. No podría hacerlo porque sería como narrar toda la novela y eso es algo que dejaré que el lector curioso descubra por sí mismo. Prepárense para sentir.

Sólo puedo decir que esa pregunta que Stoner se plantea a sí mismo, esa incómoda pregunta, sigue resonando en mi cabeza desde que cerré el libro al acabarlo: “¿Qué esperabas?”.

Título:  Stoner

Autor: John Williams

Género: Novela

Primera edición: 2012

Edición comentada: Baile del Sol

Traductor: Antonio Díez.

 

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4 comentarios en «Stoner, de John Williams»

  1. STONER de John Williams
    En mi opinión es una versión desoladora de “Adiós, Mr. Chips”, novela que se publicó en 1934, y que se llevó al cine en 1965. Las dos novelas tratan el mismo tema, la vida de un profesor de literatura desde sus inicios hasta su muerte. Muchas situaciones son similares, por ejemplo: las reflexiones sobre las consecuencias de la guerra mundial; las listas de ex-alumnos que después de alistarse han sido abatidos en el frente, el nombre de la mujer amada también es Katherine en las dos novelas; o, incluso, ese feo asunto con el alumno, y que es el motivo por el que Mr. Chips, igual que Stoner, tiene serios problemas disciplinarios con las autoridades del centro.
    Da la impresión de que el autor ha construido un personaje “perchero” para poder ir colgando en él todo tipo de penalidades, fracasos y frustraciones. Y, así, poder arrojarlo sin contemplaciones a una vida gris, solitaria, tristemente incomunicada. La incógnita que, sin embargo, no llega a resolverse es: ¿por qué es así Stoner? Y esa es una gran decepción para mí, porque si no hay una explicación racional a su forma de ser, entonces es que todo es arbitrario, que toda su historia no es más que una chistera de la que salen conejos, o hechos sin relación causal, que viene a ser es lo mismo.
    Se nota demasiado que el personaje ha sido concebido con posterioridad a los hechos; que su trayectoria vital está predeterminada en la cabeza del autor. Todo eso es tan evidente que el libre resulta completamente previsible.
    Como digo, Bill Stoner está condenado desde la primera página a ser un infeliz; un desgraciado que se escabulle como puede de los problemas y dilemas que le plantea la vida; lo cual no hace más que acrecentar su infelicidad. Su dedicación a la docencia le permite sublimar sus repetidos fracasos y frustraciones. En este sentido, su pasión por la literatura funciona más como una vía de escape que como una pasión verdadera. Pasión que el autor no consigue transmitir en ningún momento; la explica, sí; pero no la muestra, no la vemos por ningún lado. El soneto de Shakespeare que Stoner es incapaz de comentar en su primer día de clase, y que el autor se toma la molestia de copiar entero, se queda ahí, sin que nunca más sepamos de él ni se nos aclare cuál es la explicación correcta. Siendo esto así, ¿qué pinta el soneto en la novela?
    La relación de Stoner con sus padres es la hostia. Es tan distante y tan carente de afecto, que dan ganas de preguntarles de qué planeta alienígena han salido.
    Sin amigos de verdad, su vida rápidamente se convierte en un infierno. Infierno en el que su mujer, Edith, una especie de pija histérica, inestable y brutal, no deja de atizar las llamas; llamas en las que el desdichado Stoner se irá cociendo, irremisiblemente, a fuego lento.
    La relación adúltera con la alumna, Katherine Driscoll, es bochornosamente convencional y previsible. Pero lo peor es el final innoble de esta relación. Una renuncia más de Stoner.
    El antagonista de Stoner, Holly Lomax, es un tipo mezquino y despreciable. Pero Bill siempre rehúye el enfrentamiento directo con él, sencillamente porque Lomax es más poderoso, y él, a fin de cuentas, es un tipo acomodaticio y cobarde. No hay grandeza, valentía, ni arrojo en sus resoluciones.
    El episodio del alumno cojitranco, mentiroso, hipócrita y liante, es decepcionante y, además, no se entiende. El tal fulano, Walker, es el protegido de Lomax, pero nunca llegamos a saber por qué razón lo es; ni por qué Lomax le protege hasta el punto de montar una campaña difamatoria contra Stoner, la cual, por cierto, termina arruinando la carrera docente de éste. En algún momento se insinúa tímidamente que entre Lomax y Walker pudo haber algo, pero el asunto lo liquida el director del centro, Finch, con “eso es mejor no indagarlo”. En cualquier caso, después de este inexplicado episodio –cuando Stoner todavía tiene unos 43 años- Walker desaparece de la novela y nunca más volvemos a saber de él, a pesar de que permanece en el centro como profesor (suponemos que desastroso, tal como había pronosticado Stoner; pero esto tampoco llegaremos a saberlo).
    La hija de Stoner también crece siendo una niña tan amargada, y, finalmente, termina emputecida. Qué menos, con esos padres que le han tocado. De modo que, en cuanto llega a la adolescencia, se queda embarazada a propósito de un chavalote cualquiera. Por cierto, éste chico tampoco se libra de que el autor lo mande a morirse en la guerra. Luego la hija termina alcoholizada. Pero nada de todo eso va a torcer el viaje de Stoner hacia la Nada, así que, resignado a una absurda vida vegetativa, mete el asunto de su hija en el mismo saco en el que ha ido metiendo todos sus trastos rotos, y sigue con sus clases.
    A mi modo de ver, hay otro desajuste en la novela. Y es que el estilo almibarado y presuntamente poético que utiliza el narrador no casa con la desolación de los hechos que narra. Y tal vez sea esta la mayor incoherencia de la novela. El tono está equivocado.
    El segundo gran error es que la pasión de Stoner por los libros en realidad no es más que otro atributo que el autor le ha colgado; y si nos lo creemos es sólo porque lo a afirma el autor, pero no porque la veamos. La afición de Stoner a la literatura funciona sólo como un telón de fondo en este teatro de marionetas.

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