
Mi vida, Relato de un hombre de provincias, de Antón Chéjov
Justo cuando me disponía a escribir estas líneas sobre Mi vida, Relato de un hombre de provincias, de Antón Chéjov (1860–1904), publicado hace poco en Alianza Editorial, leo en la prensa la agradable noticia de que Páginas de Espuma está en proceso de publicar, en varios tomos, todos los cuentos del maestro ruso. Y hablar de todos los cuentos de este gigante de la narrativa breve es hablar, ahí es nada, de seiscientas piezas.
El magisterio de Chéjov como cuentista es indudable (todavía es posible rastrear su ascendencia en numerosos autores de todo el planeta, Carver y los hijos literarios de Carver entre ellos), pero si dejamos a un lado los cuentos, ¿qué nos queda de Chéjov? Quedan sus valiosas obras de teatro (La gaviota, El jardín de los cerezos, El tío Vania) y queda alguna novela, como esta que hoy nos ocupa. Pero si bien Chéjov es, como decimos, destacado autor en los territorios del cuento y del teatro, no ocurre lo mismo con la novela, porque, como recuerda Ricardo san Vicente, autor de la introducción en la edición de Alianza, este género se le daba mal. Esa es la percepción que se tenía (o se tiene), tanto que incluso se le niega la condición de novela a este libro que efectivamente lo es, y que muchos rebajan a relato largo (Se entenderán las cursivas). Ricardo San Vicente, bien documentado, rescata las palabras del editor A. Suvorin tras la muerte de Chéjov:
“Había una cosa que lo martirizaba: no se le daba la novela, en cambio era algo que anhelaba lograr y que había intentado en muchas ocasiones. Pero se diría que no se le daban los grandes marcos y abandonaba los capítulos empezados”.
Y, sin embargo, Mi vida es una novela que, en mi opinión, conserva el interés y la tensión de sus mejores relatos.

La narración, publicada en 1896 en el suplemento de la revista Nivá, narra las vicisitudes de Misáil Póloznev, un joven de provincias de familia acomodada que renuncia al bienestar económico que le ofrece su padre, un “honorable” constructor (en opinión del hijo, de pésimo gusto). Renunciando a la obediencia debida, Misáil decide ganarse el jornal desempeñando trabajos físicos, mal pagados, que horrorizan a su elitista progenitor. El texto supone un ejemplo más de esos personajes que viven instalados en la renuncia a las convicciones sociales (me recuerda al Widel-Jarlsberg de Hambre, de Knut Hansum, o al mismísimo Raskolnikov de Dostoievski) y también en la renuncia al padre, donde la celebérrima Carta a mi padre de Kafka sería otro notable referente.
Misáil Póloznev, con sus virtudes y sus defectos, es un hombre de una sola pieza que busca seguir el buen camino. Revolucionario en el mejor sentido de la palabra, elige por compañeros de viaje los valores éticos, no el dinero o la posición social. Misáil es, por así decirlo, un rara avis en una Rusia a la que aún le falta tiempo para asimilar los cambios sociales que ya están en proceso.
Sorprende –o quizá no tanto– la dureza con la que Chéjov pone en boca del narrador una retahíla de críticas aceradas a los males del pueblo ruso que podrían resumirse en este lapidario rapapolvo: “Miraos bien y fijaos en la vida inútil y triste que lleváis”.
Esa vida inútil y tristeza está en muchos personajes de los cuentos de Chéjov (cómo olvidar, entre muchos ejemplos, al cochero de “Tristeza”, cuyo hijo acaba de morir y nadie quiere acompañarle en el duelo), y está en Mi vida, que nos ofrece una estampa descarnada de la Rusia convencional por la que se cuela un personaje tan auténtico como desnortado que indaga dolorosamente sobre temas como la avaricia, la pobreza o el fanatismo de una sociedad que vive preocupada por nimiedades y se desinteresa por los temas importantes.
Leer a los rusos del XIX es leer al ser humano que se pregunta con profundidad por su papel en el mundo. Chéjov, menos tremendista que Dostoievski y menos moralista que Tolstói pero a la larga igual de desgarrador que ellos, es una magnífica puerta para quienes desean iniciarse en la literatura rusa, y es también un placer renovado para quienes pensamos que este grupo de escritores eslavos escribieron muchas de las mejores páginas sobre la condición humana.
Mi vida, de Chéjov, es un claro ejemplo de ello.
Título: Mi vida. Relato de un hombre de provincias.
Autor: Antón Chéjov.
Género: Novela.
Primera edición: 1896, Rusia, en el suplemento cultural de la revista Nivá.
Edición comentada: Alianza, 2013, en la colección El libro de bolsillo.
Traducción e introducción: Ricardo San Vicente.

Soy un lector tardío de Chejov y por eso me di cuenta con sorpresa de que era un chejoviano sin saberlo. Con Chejov hay que tener cuidado, porque es un raro caso de escritor capaz de cambiarte hasta la forma de pensar. Me ha resultado imposible desasirme en los relatos cortos o novelas que he escrito de su influencia, a veces muy viva en lo profundo, aunque inexistente en lo superficial. Historia de mi vida es efectivamente una obra cumbre, absolutamente actual (un hombre insatisfecho de la sociedad dónde vive y descolocado por no saber sustituirla, siempre es actual) y una de las mejores novelas que he leído. La he aconsejado muchas veces cuando alguien me pide que le recomiende una novela.
hola, muy interesante la página , quisiera saber si recomiendan este libro para una joven como yo que apenas tiene dieciséis años
Hola, Sofía.
Con dieciséis años tienes edad para empezar a leer de todo, en mi opinión. 🙂
En cualquier caso, no estaría mal que se lo consultaras a tu profesor o profesora de literatura.
Un saludo