
Diarios, de John Cheever
John Cheever (1912-1982), escritor norteamericano reconocido por los numerosos cuentos que publicó desde su juventud en la revista The New Yorker, recopilados en The Stories of John Cheever, libro del año 1978 con el que consiguió el premio Pulitzer, y célebre también por sus novelas: Crónica de los Wapshot (Nacional Book Award), Falconer, Bullet Park, etc.; escribió, aparte de los libros mencionados anteriormente, una obra ingente a lo largo de su vida (un diario), que casi no corregía y que representa el mejor laboratorio o taller para la preparación de su universo artístico, donde ensaya y crece como escritor y nos da un reflejo de ese hombre de la clase media americana residente en los barrios periféricos de las ciudades, que él mostró como nadie.Estos diarios son de una extraordinaria sinceridad. Cheever ni se esconde ni se justifica y expresa con fuerza su soledad existencial. Para él la vida es un problema que trata de afrontar a través de la escritura y dota a ésta de una poesía descarnada, extraída de esos detalles por los que merece la pena vivir frente al desencanto, el fracaso, la miseria y la frustración.
A Cheever todo le afecta de alguna manera. Se vuelve sombrío cuando habla del tedio conyugal, de las contrariedades domésticas y de su precaria situación económica de escritor fracasado. Tiene momentos autodestructivos en los que cuestiona su alcoholismo (nos hace sentir el amargor de la resaca de ginebra), sus relaciones sociales y hasta la calidad de su obra. También hace reflexiones sobre la escritura: “Una página de buena prosa es aquella donde uno puede oír la lluvia”. En otros momentos sus palabras poseen una religiosidad extrema o un romanticismo desesperado y siempre flota en el ambiente una gran sexualidad, contenida al principio de la obra, para tornarse explícita al final. Y padece frecuentes remordimientos por sus inclinaciones homosexuales.
Sólo con el éxito alcanzado en las postrimerías de su vida, el autor consigue creer en su pertenencia a la hermandad de los grandes escritores (Saul Bellow, John Updike, Norman Mailer), con los que mantiene relaciones controvertidas de admiración y odio.
Su editor decidió publicar sólo un veinte por ciento del gran volumen de entradas fragmentarias, a veces repetitivas, que nos dejó.

John Cheever posee una prosa cuidada, incisiva y de gran profundidad, y los Diarios son la mejor muestra del escritor dedicado a su oficio las veinticuatro horas del día.
Sentado en las piedras frente a la casa, mientras bebo whisky escocés y leo a Esquilo, pienso en nuestras aptitudes. Cómo recompensamos nuestros apetitos, conservamos la piel limpia y tibia y satisfacemos anhelos y lujurias. No aspiro a nada mejor que estos árboles oscuros y esta luz dorada. Leo griego y pienso que el publicista que vive enfrente tal vez haga lo mismo; que cuando la guerra nos da un respiro, hasta la mente del agente publicitario se inclina por las cosas buenas. Mary está arriba y dentro de poco iré a imponer mi voluntad. Ésa es la punzante emoción de nuestra mortalidad, el vínculo entre las piedras mojadas por la lluvia y el vello que crece en nuestros cuerpos. Pero mientras nos besamos y susurramos, el niño se sube a un taburete y engulle no sé qué arseniato sódico azucarado para matar hormigas. No hay una verdadera conexión entre el amor y el veneno, pero parecen puntos en el mismo mapa.
- Tapa blanda: 504 páginas
- Editor: Emecé Editores (6 de junio de 2006)
- Colección: Emecé
- Idioma: Español
- ISBN-10: 8496580105
- ISBN-13: 978-8496580107
