Diario de un escritor frustrado

Pedro Menchén
Pedro Menchén. Benidorm, 1979

Literatura y frustación suelen ir de la mano. Bien lo sabe Pedro Menchén, que ha dedicado incluso un diario a la frustración del escritor en el que repasa su experiencia como autor y como persona que vive en soledad.

Diario de un escritor fustrado está publicado en la editorial Sapere Aude. Doy el prólogo del libro, en el que cualquier escritor que se precie podrá verse reflejado. 🙂

 

Siempre he considerado el oficio de escribir como la ocupación más solitaria a este lado de la muerte.

Tennessee Williams

 

Pronto me vio, más acertadamente, como una persona muy centrada en sí misma, obsesionada con las dificultades que le creaban sus deficiencias intelectuales. Yo solía decir que era un individuo empeñado en una carrera automovilística cuyo coche le causaba tantos problemas que se veía obligado a prestar más atención al motor que a la carretera.

Gerald Brenan

 

Prólogo

Hubo un tiempo durante mi juventud en que quise ser pintor, un tiempo en que quise ser poeta, un tiempo en que quise ser músico. De ello dan prueba algunos lienzos fallidos, un montón de versos inútiles y un año de conservatorio. Más tarde, también quise ser dramaturgo (de ello dan prueba tres piezas de teatro, una de las cuales destruí posteriormente). Sin embargo, de un modo o de otro, siempre acababa descubriendo que en ninguna de esas materias era yo lo bastante bueno. Finalmente, decidí ser narrador. El Diario de un escritor frustrado comienza precisamente el día en que descubrí que tampoco tenía aptitudes como narrador. Caí entonces en una profunda crisis personal. Intenté analizarme a mí mismo y ver cuáles eran mis posibilidades como creador. De paso, quise explicarme también el porqué de las cosas, quise entender el mundo en el que vivía. Estaba hecho un lío. Me hacía montones de preguntas y quería darle una respuesta clara y contundente a todas ellas.

No hacía mucho tiempo que me había establecido en Benidorm, donde pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en un estudio que había alquilado en un edificio alejado del bullicio, al pie de Sierra Helada. Vivía allí como un asceta, sin radio, sin televisión ni teléfono, meditando, leyendo, tomando el sol en la terraza, casi siempre completamente solo. Había abandonado la casa familiar, en Madrid, y mi tardío plan de convertirme en maestro de escuela y me había ido a vivir a aquel lugar soleado del Mediterráneo en busca de experiencias nuevas, pero sobre todo con la idea de prepararme para ser un buen escritor. No soportaba estudiar matemáticas, física, química, griego o latín, cuando lo que yo quería era narrar historias. Por eso abandoné mi plan inicial de ir a la universidad. Me dije a mí mismo que la cultura estaba en los libros y que de mí dependía leer tantos como quisiera. No necesitaba una carrera universitaria para ser un escritor. Umbral, a quien yo tanto admiraba, era autodidacta. Y muchos otros escritores, como Henry Miller, Jack London, Gorki… Benidorm, por supuesto, no parecía el lugar más adecuado para un escritor. En aquella época, si querías dedicarte a la literatura, tenías que vivir en Madrid o en Barcelona. Pero, de momento, yo no pensaba publicar nada. No tenía nada para publicar. Tan sólo quería aprender a escribir (había comenzado un libro de relatos en 1977 y no lo terminaría hasta 1987), quería aprender a vivir, quería encontrarme a mí mismo, reconciliarme conmigo mismo, a ser posible en un sitio tranquilo y agradable (y Benidorm lo era, no como Madrid, donde me deprimía horriblemente). Por otro lado, no creía que fuese imprescindible estar en contacto con el mundillo literario para ser un escritor. Todo estaba en los libros. Así que me dediqué a leer libros, muchos libros, y en aquella época, sobre todo, de filosofía: Nietzsche, Russell, Hume, Ortega y Gasset, Descartes, Bergson, Espinoza, Hobbes, Sartre, Heráclito, Wittgenstein… Tal era mi fascinación por la filosofía que hubo un momento en que empecé a tener ideas propias sobre muchos asuntos y me atreví incluso a refutar las teorías de algunos filósofos, de ahí que pensara titular este libro, en algún momento, Diario de un filósofo frustrado. Pero, en buena parte, éste es un diario de lecturas, así que pensé titularlo también Diario de un lector. Finalmente, decidí mantener el título original, ya que, a fin de cuentas, me consideraba a mí mismo un escritor frustrado; o peor aún: un escritor maldito.

No es éste, pues, un diario íntimo, de confidencias personales, sino un diario de pensamientos, de reflexiones, de análisis, de crítica literaria, motivo por el que he decidido darlo a la imprenta (algo que nunca tuve muy claro, pues no estaba seguro de que mereciera la pena): las pocas referencias que hago a asuntos personales son muy breves e intento analizarlas «filosóficamente».

Diario de un escritor frustrado, Pedro Menchén

Escribí el diario, a mano, en tres cuadernos que luego pasé a máquina con una Lettera 32, en su mayor parte entre 1979 y 1980. En 1981 hice algunas anotaciones en enero y febrero y lo abandoné definitivamente en julio. En 1986 intenté retomar el diario y empecé un cuarto cuaderno, pero sin ningún éxito, pues lo abandoné enseguida. Después, he escrito otros diarios, casi todos de corta duración, sobre viajes, sobre la vida interna de un hotel o sobre experiencias concretas de mi vida, diarios personales siempre, de un modo o de otro, pero nunca un diario filosófico, un diario de pensamientos, como éste. Supongo que, al final, me encontré a mí mismo, me hice una idea cabal de cómo es el mundo y ya no tuve necesidad de reflexionar tan exhaustivamente sobre tantas cosas.

P.M.

Benidorm, Diciembre de 2015

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