
«No puedo traicionar mis placeres. Entiendo de autores que adoro o detesto, obras decepcionantes o proveedoras de éxtasis… Sí es cierto que la satisfacción de una novela que empieza a fluir y a cobrar algo similar al sentido que querías darle cuando sólo era un proyecto en tu cabeza, es difícilmente superable. Mi segunda novela, que espero publicar en 2017, me proporcionó lo más parecido a un estado de gracia creativa (si es que eso existe) que yo haya vivido como escritor: todo cuadraba, todo era placentero, todo tenía un sentido. Con los géneros breves, me despego más pronto de la materia narrativa, como un teorema matemático que se resuelve con un golpe de inspiración y ya no te pertenece, quizá porque jamás lo hizo, como si lo resolviese otro, una forma de gozo diferente. Es una sensación curiosa, sí.«. M.A.Z.
1 ¿Cuándo comenzaste a escribir y con qué pretensiones?
Mis primeros cuentos empecé a escribirlos con nueve o diez años. La pretensión, supongo, cercana a la emulación de mis lecturas preadolescentes: Verne, Salgari, aquellos libros fabulosos de Alfaguara juvenil, las aventuras de “los Cinco” o “Los Siete Secretos”… Mi padre conserva alguno de esos primeros esbozos de narración en papel ya amarillo, en la letra difusa de una Olivetti Lettera 42 y con un léxico recargado e impreciso que yo consideraba entonces el colmo de la sofisticación.
2 ¿Planificas los libros antes de sentarte a escribirlos o surgen sobre la marcha, al hilo de tus pensamientos, sin planificación?
Depende del género. Cuando abordo una novela, noto una creciente carpintería previa: notas en moleskine, planificación mental de tramas y subtramas en fase de nebulosa o anotaciones dispersas en la agenda del Smartphone. Si es un cuento o un microrrelato, trabajo con una imagen de partida que será la rectora de la narración, el faro que llevará las cosas a puerto o las dejará hundirse en el fondo del mar. En ambos casos, la idea o epifanía original se desfleca, se ramifica, toma sus propias dinámicas y caminos insospechados: las notas se pierden, otras cuantas se funden en una, la arquitectura previa de una choza deviene en catedral. Eso es quizá lo más emocionante del proceso: imprevisión desde la apariencia inicial de orden.
3 ¿Cuál es tu género preferido como escritor y cuál como lector?
No puedo contestarte a eso. No puedo traicionar mis placeres. Entiendo de autores que adoro o detesto, obras decepcionantes o proveedoras de éxtasis… Sí es cierto que la satisfacción de una novela que empieza a fluir y a cobrar algo similar al sentido que querías darle cuando sólo era un proyecto en tu cabeza, es difícilmente superable. Mi segunda novela, que espero publicar en 2017, me proporcionó lo más parecido a un estado de gracia creativa (si es que eso existe) que yo haya vivido como escritor: todo cuadraba, todo era placentero, todo tenía un sentido. Con los géneros breves, me despego más pronto de la materia narrativa, como un teorema matemático que se resuelve con un golpe de inspiración y ya no te pertenece, quizá porque jamás lo hizo, como si lo resolviese otro, una forma de gozo diferente. Es una sensación curiosa, sí.
4 ¿Escribes pensando en un lector específico o crees que cualquier persona es un lector en potencia de tu obra?
No escribo pensando más que en lo que deseo poner sobre el folio. Pero soy consciente de que lo que cada uno escribe tiene un destinatario concreto, un tipo de público específico. Esa fatalidad es también estimulante, como si la obra te demandara unas direcciones casi desconocidas, párrafos únicos para gente que desconoce también esa misión escribidora que te encomienda. Este espacio vacío entre el escritor y el perfil posible de sus lectores hace de la literatura una suerte de vocación fantasmal, casi un salto al vacío. Todo lo que sea absoluta previsión en ese salto es una manera de entender la literatura que no me interesa lo más mínimo.
5 ¿Te costó mucho encontrar editor para tu primer libro?
No mucho. Era una editorial tan rematadamente minúscula, que encajamos perfectamente: mis modestas expectativas de novel y sus necesidades de hacerse un catálogo joven. Yo no sabía nada del mundo editorial, pero conseguí bastantes reseñas positivas en prensa escrita y premios para buena parte de los relatos que componían aquel libro poco difundido, por lo que todo aquello sirvió como luz verde a la idea de un proyecto futuro de escritor, una continuidad en mi trabajo que quizá valdría la pena. Y sí, valió la pena.
6 ¿Qué opinas de los muchos premios literarios que se convocan hoy día?
Los entiendo como un empujón, un acicate y un reconocimiento, no como un fin. De todos modos, la época de vacas hipertrofiadas de hace una década se ha terminado. Aquella promoción de cabildos, consistorios y diputaciones destinando blanquísimos miles de euros por unas pocas líneas ha pasado a mejor vida. El poeta institucional y laureado es casi una especie a extinguir, toda vez que los agujeros contables no permiten más alardes culturales ni a Alejandro Sanz en la plaza del pueblo. No sé si alegrarme, llorar a moco tendido o rezar un responso por tanto bardo local defenestrado.
7 ¿Vivir de la literatura es una utopía?
Debe serlo. Si fuese un funcionariado, se convertiría en una actividad triste entre una camisa limpia de domingo y otra. En España, viven de la literatura el 1% de los escritores. De sus múltiples actividades satélites, quizá un 10%. Pero eso es otra historia, una historia alimenticia, un “artisteo” del hambre.
8 ¿Qué diferencias encuentras entre el mundo editorial de tus inicios como escritor y el actual?
Me temo que tengo una visión parcial del asunto. Hay muchos mundos editoriales, y no todos están en éste. En lo que yo conozco, quizá cabe anotar el asentamiento definitivo de ciertos proyectos independientes que han podido sobrevivir gracias a un trabajo arduo a través de las redes sociales y del perfilado de unas constantes propias que los diferencien del resto de propuestas. Hablo de sellos como Talentura, Candaya, Menoscuarto, Páginas de Espuma, Salto de Página, Tropo, JekyllandJill, Errata Naturae, Baile del Sol, Libros del Asteroide, Acantilado, Periférica, Impedimenta, Sexto Piso, Ediciones del Viento, Libros del Lince… Han encontrado su propio espacio en cuanto a distribución, público lector o autores afines a su filosofía y se aferran a él con estrategias imaginativas y mucho trabajo detrás de cada libro. Por otro lado, los grandes grupos son cada vez más grandes, más impersonales, menos literarios (salvo excepciones). Paradójicamente, el volumen de ventas de este último sector parece mantener el mercado libresco lo suficientemente vivo como para que los independientes encuentres resquicios para hacerse notar.
9 ¿En qué medida crees que pueden ayudar las redes sociales a difundir la obra de un escritor?
Son un medio propicio a la difusión inmediata, pero necesita filtro. Hay cierta banalización en ese entorno digital que vulgariza en ocasiones la creación literaria. Tengo a veces la sensación de que el do it yourself punk de hace cuatro décadas es hoy el nuevo tú también puedes ser escritor si endosas tu libro al próximo amigo incauto de Facebook. Es irritante en ocasiones ese uso de las herramientas en la red como promoción de productos que no pasarían la criba del primer párrafo en una editorial convencional. La democratización del arte es cojonuda si hay alguien detrás que avale o desapruebe lo que se oferta; de lo contrario, abarataremos el hecho literario, que puede terminar siendo una reunión de domingueros con tupper navegando sin tregua por el Gran Canal mientras presumen de conocer Venecia. Eso no es difundir, sino confundir al personal.
10 ¿Qué opinas del libro digital?
No me gusta. No huele. No se doblan sus páginas en minúsculos triángulos rectángulos en la esquina superior. No puedes emborronar párrafos sin parecer una secretaria tomando nota de la última reunión de empresa. No quiero acumular la Biblioteca de Alejandría en una tableta, me enerva esa vigorexia, ese “yo la tengo más gorda”, cuando sabemos que no habrá cuerpo que resista ese embate. No. Digital no, gracias.
11 ¿Qué opinas de la autoedición?
Me parece una vía más para que la gente dé a conocer sus obras. De hecho, he leído últimamente algún que otro poemario autoeditado de alta calidad, que por circunstancias diversas, no encontró editor convencional. Pero, al igual que con las redes sociales, si no hay filtro y una visión crítica del propio espacio ocupado se corre el peligro de crear una burbuja irreal en torno a lo literario: tienes libro, ergo eres escritor. Bien, pues no siempre, como le advertía Arreola a un joven Carlos Fuentes cuando publicó “Los días enmascarados”, su primer libro de cuentos. Debe haber una asunción y una valoración de la obra por una parte de la comunidad literaria, sea grande o pequeña, de suplemento de campanillas o blog modesto de lecturas. El genio literario que fue despreciado absolutamente en su época y esquinado por todas las editoriales habidas y por haber es hoy una probabilidad casi ignota. La autoedición puede distorsionar a veces la propia idea que el autor puede hacerse de la valía de su obra. He oído no pocas veces, por ejemplo: “tres mil likes lleva ya la página de mi libro autoeditado”; y sí, es cierto, pero esa comunidad de fieles no asegura ni la calidad ni la relevancia de la obra. Hoy (y esto lo he comentado ya con algunos amigos escritores) hay un deseo previo de publicar que es anterior a la construcción de la propia obra: a la escritura por el deseo o por la apariencia de la escritura. Hombre, tiempo al tiempo, a las letras.
12 ¿Consideras positivos los talleres de escritura creativa o piensas que no se puede enseñar a escribir?
Conozco escuelas y talleres muy interesantes e impartidos por escritores muy solventes. Pueden llegar a dotar a la gente de herramientas muy necesarias para el trabajo de cualquier escritor, clarificando la planificación, canalizando el talento. Creo que su objetivo no es tanto enseñar a escribir como dirigir y pulir a quien ya sabe o tiene condiciones para hacerlo.
13 Con el paso de los años algunos escritores acaban eliminando ciertos títulos de su semblanza. Aunque no precisamos conocer el nombre, ¿hay algún libro de los tuyos que te satisficiera en tus inicios, pero que ahora preferirías no haber escrito?
No. Cada momento tiene sus porqués y sus renuncias y sus motivos y sus logros y sus fracasos. Evidentemente, hay piezas en mi primer libro que hoy no encararía de la misma manera, quizá porque yo ya soy otro, pero eso no es una renuncia, sino la imposibilidad de volver a ser el escritor de ayer mismo. Son parte de lo que luego llegué a escribir, en los textos de hoy laten de alguna manera los que creé hace casi dos décadas.
14 Para ese lector que aún no ha leído nada tuyo, por favor, recomiéndanos uno de tus libros. Cuéntanos brevemente cómo fue el proceso de creación y por qué has elegido ese título y no otro con vistas a nuevos lectores de tu obra.
Recomendaré dos, si me permites. “Las manos”, mi primera novela, publicada por Candaya en 2014: un ejercicio de libertad que me mostró direcciones creativas desconocidas para mí y que la escritura de cuentos no me hubiese permitido nunca; en un momento de su arquitectura me surgió una duda constructiva que, al ser superada tras un paseo clarificador, me dejó una sensación eufórica de que podría llevar a puerto los proyectos que tenía en mente.
El segundo es mi próximo libro, “Voces para un tímpano muerto”, que editará Talentura y que saldrá al mercado el próximo otoño. Es un volumen de narraciones breves de diversa extensión con el que pretendo indagar y estirar los textos para buscar las formas definitivas del género que mi estilo es capaz de construir. Una suerte de summa poética de mi concepción personal del microrrelato, el cuento, la reflexión poético-metafísica, el dislate en prosa lírica o el poema visual. Estoy deseando saber la opinión de los lectores porque será mi última obra en el ámbito de las narraciones más breves, algo así como mi testamento literario en el género sin necesidad de que me echen paladas de tierra encima.
15 Recomiéndanos, por favor, dos libros cuya lectura te haya impactado. Uno de un autor clásico y otro de un autor contemporáneo. (Da igual el género).
Abandonaré en una cuneta a cientos de mis admirados, claro. Cierro los ojos y digo a ciegas: “Gargantúa y Pantagruel”, de Rabelais; “El distrito de Sinistra”, de Ádám Bodor. Cuando lees cosas así, dan ganas de no escribir nunca más. Para qué, se pregunta uno. Y al segundo ya está ese mismo uno planeando la próxima novela o el siguiente cuento. Así somos.
Muchas gracias. Te deseamos mucha suerte en todos tus proyectos literarios.
Muchas gracias a vosotros por vuestra labor en torno al libro.
Más información sobre las encuestas literarias en Grandes Libros.
Cuento (inédito) de Miguel A. Zapata: Progreso
Miguel A. Zapata (Granada, 1974) reside en Madrid, donde desarrolla su labor literaria y docente. Ha publicado dos libros de microrrelatos (Baúl de prodigios y Revelaciones y Magias), dos libros de cuentos (Ternuras interrumpidas y Esquina inferior del cuadro, finalista del Premio Setenil al mejor libro de cuentos publicado en España) y una novela (Las manos, 2014). Su obra breve ha sido ampliamente premiada y recogida en antologías por editoriales de prestigio y del ámbito de la ficción corta (Cátedra, Menoscuarto, Salto de Página, Páginas de Espuma). Su primera novela recibió una entusiasta acogida por parte de la crítica y fue seleccionada como finalista del Festival du Premier Roman de Chambéry-Savoie. Textos suyos han sido traducidos al griego y han aparecido en revistas literarias como Quimera, Litoral o Caligrama.
Francisco Rodríguez Criado es escritor y corrector de estilo y trabaja como redactor de contenidos para publicaciones de diversa temática. Su blog Narrativa Breve es uno de los espacios literarios más leídos en lengua castellana. El diario Down, testimonio literario sobre la paternidad y el síndrome de Down, es su último libro. (Web) (Facebook).
