Cuestionario literario: Iván Teruel

Iván Teruel Cáceres

 

Ahora estoy intentando escribir una novela. Y en ese caso sí que necesito hacer algunos bosquejos de la estructura y de determinadas situaciones. Tengo la sensación de que me ayudará en el avance. Aunque después el avance es muy lento porque para mí son demasiado determinantes cuestiones como el tono y el estilo, que se fraguan, por así decirlo, y exagerando un poco, línea a línea. Necesito notar que hay una tensión, una sustancia sólida –pero flexible al mismo tiempo– que cimenta la prosa. Decía Quentin Tarantino sobre sus películas que él quería que la gente viera que el tipo que las había hecho tenía la polla dura (sic.). Bueno, no me refiero exactamente a lo mismo, pero sí a algo parecido. Si no consigo superar ese primer obstáculo, la planificación pierde su razón de ser. Y cuando noto que la prosa se desinfla o se deshilacha (y me ocurre a menudo), la estructura pasa a un segundo plano porque mi empeño se centra en resolver ese problema.

1 ¿Cuándo comenzaste a escribir y con qué pretensiones?

Hay poca épica en mis inicios. Refractario a la lectura en ese periodo en que la mayoría de escritores confiesan que devoraban libros y se iniciaban en ejercicios literarios que pretendían copiar a sus modelos (pongamos de los 7 años a los 17), no fue hasta el último curso del instituto (el desaparecido COU) cuando escribí el primer cuento con pretensión literaria y trascendente. Convergieron dos circunstancias determinantes: mi primer gran desengaño amoroso coincidió con la convocatoria del concurso literario de Sant Jordi del instituto en el que estudiaba. Así que para escribir mi primer cuento serio me movieron dos sentimientos tan poco edificantes como la vanidad y el despecho. Resulta que gané el concurso. Y ya se sabe cómo maneja un adolescente un éxito, por modesto que sea. En aquel mismo momento decidí que sería escritor: el mundo no se merecía mi silencio. El efecto fue fulminante: en los diez años siguientes conseguí la proeza de escribir tres o cuatro cuentos.

2 ¿Planificas los libros antes de sentarte a escribirlos o surgen sobre la marcha, al hilo de tus pensamientos, sin planificación?

Depende del tipo de libro. Por ejemplo, el único libro de ficción que tengo publicado es un libro compuesto esencialmente por microrrelatos. No hubo en ese caso la voluntad inicial de armar un libro, sino que el libro fue perfilándose como posibilidad a raíz de ir acumulando los microrrelatos que colgaba en mi blog o que presentaba a diferentes concursos literarios.

Ahora estoy intentando escribir una novela. Y en ese caso sí que necesito hacer algunos bosquejos de la estructura y de determinadas situaciones. Tengo la sensación de que me ayudará en el avance. Aunque después el avance es muy lento porque para mí son demasiado determinantes cuestiones como el tono y el estilo, que se fraguan, por así decirlo, y exagerando un poco, línea a línea. Necesito notar que hay una tensión, una sustancia sólida –pero flexible al mismo tiempo– que cimenta la prosa. Decía Quentin Tarantino sobre sus películas que él quería que la gente viera que el tipo que las había hecho tenía la polla dura (sic.). Bueno, no me refiero exactamente a lo mismo, pero sí a algo parecido. Si no consigo superar ese primer obstáculo, la planificación pierde su razón de ser. Y cuando noto que la prosa se desinfla o se deshilacha (y me ocurre a menudo), la estructura pasa a un segundo plano porque mi empeño se centra en resolver ese problema.

3 ¿Cuál es tu género preferido como escritor y cuál como lector?

He leído sobre todo novela. Es el género que más me gusta. Y, sin embargo, como acabo de decir, mi primera obra de ficción ha sido un libro de microrrelatos. Será que en literatura también rige aquel principio que ahora está tan de moda en política: hacer cabalgar contradicciones.

4 ¿Escribes pensando en un lector específico o crees que cualquier persona es un lector en potencia de tu obra?

Pienso en un lector crítico, exigente, puntilloso, algo neurótico incluso, que puede adoptar tanto la forma de un personaje de ficción como Arturo Belano, como el perfil de escritores reales como Thomas Bernhard o William Gaddis. En ocasiones, me siento verdaderamente intimidado.

5 ¿Te costó mucho encontrar editor para tu primer libro?

El primer libro que publiqué fue un ensayo que fue a un concurso y cuyo premio era la publicación. En el segundo libro, el primero de ficción, tuve bastante suerte. Hice esa cosa que hacemos todos los que empezamos que es enviar el manuscrito a una lista interminable de editoriales. No obtuve respuesta de ningún tipo de la mayoría, aunque tengo algún recuerdo grato: Enrique Murillo, de Libros del Lince, me respondió inmediatamente y me hizo un comentario generoso tras leerse el primer relato del libro; acto seguido me confesó que tenía cubiertas las publicaciones para los dos años siguientes y que ni siquiera tenía tiempo para leerse todo lo que le llegaba. Para mí, de todas formas, fue muy halagador, aunque quizás el comentario no pasara de un cumplido. Y al cabo de tres meses del envío masivo, recibí un correo de Edicions Cal·lígraf, una editorial muy joven y modesta de Figueras, pero con muy buen gusto, en el que me decían que les interesaba el libro. Después, además, en la primera reunión con ellos, me propusieron que Mercè Riba, una de las componentes de la editorial, me ilustrara el libro, con lo cual la alegría fue doble.

6 ¿Qué opinas de los muchos premios literarios que se convocan hoy día?

Creo que están bien como estímulo para el proceso creativo. Lo que ocurre es que, en mi caso, y tomo como referencia principalmente concursos de relatos o microrrelatos, que son los que conozco un poco mejor, la composición de los jurados, constituidos a veces por personalidades que ni siquiera están relacionadas con el mundo de la literatura, o la propia mecánica de los concursos, que en ocasiones favorece más el efectismo que la profundidad, han provocado que cada vez me hayan ido interesando menos en lo que tenían de resorte creativo.

7 ¿Vivir de la literatura es una utopía?

Supongo, aunque lo desconozco prácticamente todo acerca de las dinámicas del mercado editorial, con lo cual tampoco sé qué volumen mínimo de ventas se necesita para poder vivir en exclusividad de la literatura ni qué proporción de autores lo consiguen. Iba a decir que, además, la calidad literaria de las obras de aquellos autores que están atados a contratos y plazos asfixiantes de entrega necesariamente se resiente. Pero inmediatamente he pensado en Tolstói, Dostoievski o Faulkner. Creo que me explico.

8 ¿Qué diferencias encuentras entre el mundo editorial de tus inicios como escritor y el actual?

Mi relación con el mundo editorial se circunscribe a la relación que he tenido con las dos editoriales, independientes, que me han publicado. Eso me da una perspectiva muy limitada. Además, como quien dice, el mundo editorial de mis inicios es el actual porque mi primer libro se publicó en 2012.

9 ¿En qué medida crees que pueden ayudar las redes sociales a difundir la obra de un escritor?

Bueno, hablo tomando como referencia mi propio caso: yo, sin las redes sociales, dudo que hubiera llegado a vender más de 30 o 40 ejemplares de mis libros. En ambos, sin embargo, me he movido en una cifra entre los 150 y los 200, en gran medida, me da la sensación, porque estoy bastante activo en las redes sociales.

Hay otro aspecto interesante de las redes: desde que estoy en ellas, mi calidad de lectura ha mejorado ostensiblemente, porque he ido conociendo gente de cuyo criterio, por distintos motivos, me he ido fiando cada vez más, y a cuyas recomendaciones siempre estoy muy atento. Casi nunca me defraudan. Antes, sin embargo, leía más a ciegas, influido por la publicidad y por las recomendaciones de críticos cuya independencia de criterio no tengo demasiado clara. Así que, si me fío de mi experiencia, creo que las redes sociales han favorecido la creación de circuitos alternativos para la difusión de muchas obras que de otra manera tendrían menos visibilidad.

10 ¿Qué opinas del libro digital?

Para mí es un gran invento. Digamos que, como todo gran invento, tiene un cierto reverso negativo según el uso que se le dé. Pero yo leo más desde que tengo el libro digital. Eso no quiere decir que haya dejado de leer en papel, sino que a los libros que ya leía en papel he añadido los que leo en digital. Además, el libro digital me resulta muy útil para la selección de lecturas. Muy a menudo las elijo gracias al fragmento gratuito que te puedes descargar cómodamente desde casa. Eso sí, esa alternancia entre digital y papel, ha modificado mi hábito de lectura. En papel nunca solía alternar la lectura simultánea de más de dos libros. De hecho, lo más habitual era que no empezara una obra hasta acabar la que estaba leyendo. Ahora puedo alternar hasta tres o cuatro libros, lo cual también provoca que aumente la cantidad de libros que dejo a medias.

Hay una cosa del libro digital, sin embargo, que me inquieta (una parte de aquel reverso negativo del que hablaba antes). Desde que empecé a utilizarlo, tuve la sensación de que me costaba más concentrarme y que retenía peor lo que iba leyendo, de tal forma que el recuerdo de todos los libros digitales que leía resultaba bastante más borroso que el que me dejaban los libros de papel. Pensé que sería una cuestión de ir acostumbrándose. Sin embargo, al cabo de poco tiempo leí un artículo que le daba base científica a mi sensación: se decía allí que el cerebro, al tejer las conexiones neuronales en el aprendizaje del proceso cognitivo de la lectura, las vincula a acciones periféricas importantes y a un determinado campo de referencia que tienen que ver con el manejo del soporte físico en el que se aprende a leer. En el caso del libro tradicional, sobre todo, el hecho de pasar la página y, por decirlo así, todo lo que tiene que ver con la geografía del libro: página izquierda y página derecha, grosor del libro, tipografía distintiva, diferente tipo de papel, diferente tamaño de página, etc. De esta forma, el libro de papel funciona como una especie de mapa o de brújula que optimiza el rendimiento del proceso. Todo eso se pierde con el libro digital, que uniformiza la apariencia de todos los libros y que mutila importantes referencias físicas. En el artículo se explicaba un experimento que se había hecho con un grupo de niños o adolescentes: se formaron dos grupos a los que se les dio a leer el mismo texto, pero un grupo lo leyó en papel y el otro en formato digital. Los que lo habían leído en papel puntuaron mejor en comprensión lectora y recordaban mejor importantes detalles del argumento.

Desde entonces, aunque no siempre, si un libro me interesa especialmente intento leerlo en papel.

11 ¿Qué opinas de la autoedición?

A alguien le escuché decir que Juan Benet se había pagado la edición de alguna de sus primeras obras. Traigo el ejemplo para demostrar que no tiene por qué haber una correlación entre la calidad literaria y la autopublicación. Pero yo soy partidario de que haya algún filtro. No sólo en la evaluación de la calidad de la obra, sino también en cuestiones estilísticas y ortográficas. Yo, que soy filólogo, que he preparado alguna edición crítica y que he realizado algún trabajo de corrección de estilo, soy un poco puntilloso con respecto a todo eso y reconozco que tengo ciertos prejuicios a la hora de leer un libro autopublicado de cuyo autor no tenga referencias previas a raíz de la lectura de un blog o de alguna obra anterior. Además, tengo la sensación, también, de que en este entorno líquido del que habla Zygmunt Bauman, en el que todo dura muy poco y las relaciones virtuales son muy superficiales y muy interesadas, los libros autopublicados son a veces la expresión de un narcisismo rampante: todos nos creemos muy capacitados para las más diversas tareas intelectuales o artísticas y todos nos creemos con el derecho inalienable de tener nuestra pequeña (o gran) cuota de protagonismo, que tiene que ver con aquello tan humano de la necesidad permanente de aprobación y con los quince minutos de fama de Andy Warhol.

12 ¿Consideras positivos los talleres de escritura creativa o piensas que no se puede enseñar a escribir?

Cito las palabras de un personaje de la novela de Don Carpenter Los viernes en Enrico’s, Charlie Monel, escritor frustrado que en algún momento trabaja como profesor en una escuela de escritura creativa: “–No se puede enseñar escritura creativa –dijo llanamente–, y tampoco aprenderla. Supongo que tienes que nacer con ello. Lo que podemos hacer aquí, en esta clase, es escribir mucho, leer las cosas de los demás y tratar de ayudarnos”. Pues más o menos eso. Se puede enseñar un método, facilitar algunos recursos, estimular una determinada rutina. Pero lo que distingue los grandes libros del resto no es nada de lo que se enseña en un taller. Hay una fuerza, a veces indetectable, que se nutre de la experiencia y de la personalidad del propio escritor. Y del talento también, que supongo que es innato.

13 Con el paso de los años algunos escritores acaban eliminando ciertos títulos de su semblanza. Aunque no precisamos conocer el nombre, ¿hay algún libro de los tuyos que te satisficiera en tus inicios, pero que ahora preferirías no haber escrito?

Bueno, el ensayo sobre literatura peruana que escribí ahora lo escribiría de otra forma, porque me ha cambiado la perspectiva y porque allí extraigo conclusiones a partir de premisas que ya no me parecen válidas. Por ejemplo, sostener que la cultura indígena y la española son en esencia insolubles, y que, en buena parte, todos los conflictos que se iniciaron con la conquista se relacionan con esa divergencia esencial e insuperable. Parece que los hechos vienen a demostrar que no hay identidades fetén, que eso es una construcción discursiva a posteriori, y que las identidades culturales son coyunturales y no esenciales. Por otro lado, ahora tengo la sensación de que mi crítica a Vargas Llosa estaba demasiado condicionada por la lectura que hice de una determinada bibliografía proindigenista, por llamarla así. Me preocupé mucho por analizar las contradicciones del discurso de Vargas Llosa, que las tiene, pero no fui tan severo con las contradicciones y el maniqueísmo de determinada crítica o del propio Arguedas.

Iván Teruel Cáceres

14 Para ese lector que aún no ha leído nada tuyo, por favor, recomiéndanos uno de tus libros. Cuéntanos brevemente cómo fue el proceso de creación y por qué has elegido ese título y no otro con vistas a nuevos lectores de tu obra.

Recomendaría mi libro de narrativa breve El oscuro relieve del tiempo. Como ya he dicho más arriba, el libro tiene su origen en la apertura de un blog literario, La tijera de Lish, en el que iba colgando periódicamente algunos microrrelatos. También participaba en algunos concursos de convocatoria semanal o mensual a los que me aficioné. A partir de ahí, fui acumulando un cierto volumen de composiciones y me di cuenta de que, además, había tres o cuatro ejes temáticos, con lo cual, se podían agrupar siguiendo ese criterio. Más tarde, me dediqué a la tarea de compensar una estructura de quedaba descompensada escribiendo una serie de piezas que en ese momento sí tenían el objetivo de integrarse en un conjunto que ya estaba más o menos perfilado.

Respecto al título: inicialmente era otro, concretamente Anatomía de la derrota; pero uno de los editores, Jaume Torrent, en una de las pocas pegas que puso al manuscrito, me dijo que no, que se parecía demasiado al de Javier Cercas (Anatomía de un instante) y que yo tenía una voz propia lo suficientemente intensa como para que anduvieran asociándome con él. La justificación fue una buena maniobra de sugestión, porque el halago me ablandó y ya se diluyó la terquedad con la que tenía pensado defender mi título. A partir de ahí el proceso fue una tortura, porque ni a mí ni a Jaume nos convencían las diferentes propuestas que iban surgiendo. Al final, también un poco condicionado por las ilustraciones de Mercè, y viendo que el tiempo era un eje importante en el conjunto y que los relatos dibujaban ambientes tensos y situaciones muchas veces dolorosas, se me ocurrió el título que al final decidimos poner.

15 Recomiéndanos, por favor, dos libros cuya lectura te haya impactado. Uno de un autor clásico y otro de un autor contemporáneo. (Da igual el género).

Bueno, advierto que cada vez que me preguntan por un único libro favorito digo uno diferente, porque son demasiados los que residen en esa categoría de libros que directamente le cambian a uno la manera de estar en el mundo. De un autor clásico, como este año, por fin, he leído a Faulkner, diré El ruido y la furia. Del autor contemporáneo diré La herida se mueve, de Luis Rodríguez.

Muchas gracias. Te deseamos mucha suerte en todos tus proyectos literarios.


Iván Teruel (Girona, 1980) es licenciado en Filología Hispánica y profesor de enseñanza secundaria. Ha alternado los trabajos de investigación filológica, como la edición crítica de la Historia oriental de las peregrinaciones de Mendes Pinto (Almuzara, 2009) o el ensayo El Perú escindido (Ediciones Irreverentes, 2012), con la escritura creativa. Sus relatos aparecen en antologías como Tiempo de relatos (Booket, 2009), Mar de pirañas (Menoscuarto, 2012), De antología (Talentura, 2013) o La carne despierta (Gens Ediciones, 2013). El oscuro relieve del tiempo (Cal·lígraf, 2015) es su primer libro de narrativa breve. (Blog) (Facebook)

Francisco Rodríguez Criado es escritor y corrector de estilo y trabaja como redactor de contenidos para publicaciones de diversa temática. Su blog Narrativa Breve es uno de los espacios literarios más leídos en lengua castellana. El diario Down, testimonio literario sobre la paternidad y el síndrome de Down, es su último libro. (Web) (Facebook).

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